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El despotismo (griego: Δεσποτισμός , despotismós) es una forma de gobierno en la que una sola entidad gobierna con poder absoluto. Normalmente, esa entidad es un individuo, el déspota; pero (como en una autocracia) las sociedades que limitan el respeto y el poder a grupos específicos también han sido llamadas despóticas.
El despotismo fue una forma de gobierno que tenían algunas monarquías europeas del siglo XVIII, en las que los reyes, que seguían teniendo poder absoluto, trataron de aplicar medidas ilustradas, es decir, trataron de educar al pueblo. La frase que sintetiza al despotismo ilustrado es «todo por el pueblo, pero sin el pueblo». Coloquialmente, la palabra "déspota" se aplica peyorativamente a aquellos que usan su poder y autoridad para oprimir a su población, súbditos o subordinados. Más específicamente, el término a menudo se aplica a un jefe de Estado o de Gobierno. En este sentido, es similar a las connotaciones peyorativas que se asocian con los términos tirano y dictador.
El diccionario define el despotismo como "el gobierno de un déspota; el ejercicio de la autoridad absoluta".
La raíz déspota proviene de la palabra griega despotes, que significa "amo" o "alguien con poder". En el uso griego antiguo, un despótès era técnicamente un amo que gobernaba en una casa sobre aquellos que eran esclavos o sirvientes por naturaleza. El término se ha utilizado para describir a muchos gobernantes y gobiernos a lo largo de la historia. Connotaba la autoridad absoluta y el poder ejercido por los faraones del Antiguo Egipto, significaba nobleza en las cortes bizantinas, designaba a los gobernantes de los estados vasallos bizantinos y actuaba como título para los emperadores bizantinos. En este y otros contextos de influencia griega, el término se usó como un honorífico más que como un peyorativo.
Debido a su connotación reflexiva a lo largo de la historia, la palabra déspota no puede definirse objetivamente. Aunque déspota está estrechamente relacionado con otras palabras griegas como basileus y autokrator, estas connotaciones también se han utilizado para describir a una variedad de gobernantes y gobiernos a lo largo de la historia, como caciques locales, simples gobernantes, reyes y emperadores.
De todos los antiguos griegos, Aristóteles fue quizás el promotor más influyente del concepto de despotismo oriental. Pasó esta postura a su alumno, Alejandro Magno, quien conquistó el Imperio aqueménida, que en ese momento estaba gobernado por el despótico Darío III, el último rey de la dinastía aqueménida. Aristóteles afirmó que el despotismo oriental no se basaba en la fuerza, sino en el consentimiento. De ahí que no se pueda decir que el miedo sea su fuerza motivadora, sino la naturaleza servil de los esclavizados, que se alimentaría del poder del amo déspota. Dentro de la sociedad griega antigua, todo hombre griego era libre y capaz de ocupar un cargo; ambos capaces de gobernar y ser gobernados. Por el contrario, entre los bárbaros, todos eran esclavos por naturaleza. Otra diferencia que abrazó Aristóteles se basaba en el clima. Observó que los pueblos de los países fríos, especialmente los de Europa, estaban llenos de espíritu pero deficientes en habilidad e inteligencia, y que los pueblos de Asia, aunque dotados de habilidad e inteligencia, eran deficientes en espíritu y, por lo tanto, estaban sujetos a la esclavitud. Poseyendo espíritu e inteligencia, los griegos eran libres de gobernar a todos los demás pueblos.
Para el historiador Heródoto, era la forma de Oriente ser gobernado por autócratas y, aunque orientales, las faltas de carácter de los déspotas no eran más pronunciadas que las del hombre corriente, aunque tenían muchas más oportunidades de indulgencia. La historia de Creso de Lidia ejemplifica esto. Antes de la expansión de Alejandro en Asia, la mayoría de los griegos se sintieron repelidos por la noción oriental de un rey sol y la ley divina que aceptaban las sociedades orientales. La versión de la historia de Heródoto abogaba por una sociedad en la que los hombres se volvieran libres cuando aceptaban legalmente el contrato social de sus respectivas ciudades-estado.
Edward Gibbon sugirió que el creciente uso del despotismo de estilo oriental por parte de los emperadores romanos fue un factor importante en la caída del Imperio Romano, particularmente desde el reinado de Elagabalus:
El despotismo ilustrado pretendía responder a través de sus actos al modelo de «hombre honesto» del siglo XVIII: intelectual, racionalista cultivado, amante de las artes y mecenas de los artistas, e innovador en materia política. Por ello, se rodeaba de auténticos filósofos, como Voltaire o Denis Diderot. En este sentido, fueron significativos los reinados de Carlos III de España y de José I de Portugal.
Durante este período numerosos soberanos de Europa, motivados por el modelo del rey-filósofo del que hablaban Voltaire, Rousseau y otros pensadores, defendieron esta forma de gobierno. Entre los déspotas ilustrados más importantes del periodo están Carlos III "El político", José I de Portugal “El Reformador”, Federico II el Grande de Prusia y Catalina II de Rusia “La Grande”. Todos ellos intentaron desarrollar algún tipo de reformas en distintas áreas (educación, justicia, agricultura, libertad de prensa o tolerancia religiosa relacionada).
Aunque las medidas tomadas por los monarcas significaron un avance, sus gobiernos continuaron siendo en cierto modo absolutistas, y el descontento del pueblo era evidente, por lo que se amotinaron en más de una ocasión en contra de su rey, como le ocurrió a Carlos III.