En el mundo moderno, Tradicionalismo político ha cobrado una relevancia cada vez mayor en distintos ámbitos de la sociedad. Desde sus inicios, Tradicionalismo político ha despertado un gran interés y ha sido objeto de diversos estudios e investigaciones. En este artículo, exploraremos en detalle el impacto y la influencia de Tradicionalismo político, así como sus implicaciones en diferentes contextos. A lo largo de la historia, Tradicionalismo político ha desempeñado un papel fundamental en la vida de las personas, tanto a nivel individual como colectivo. A través de un análisis exhaustivo, pretendemos ofrecer una visión completa y actualizada de Tradicionalismo político, abordando sus aspectos más relevantes y sus posibles futuros desarrollos.
El tradicionalismo político, conservadurismo tradicionalista o conservadurismo clásico es una doctrina política que pretende mantener y conservar instituciones, modelos económicos o cosmovisiones del antiguo régimen en cuestión, aunque con algunos avances respecto a las mismas, incluso si es necesario un golpe de Estado o una revolución social para conseguirlo, además incorpora ideas como la visión de la justicia social, pero desde un punto de vista filosófico-religioso y fundamentalista, sean o no creyentes en dicha religión los partidarios de esta ideología, algunos ejemplos son Otto Von Bismarck, William Beveridge, Antonio Maura o Miguel Primo de Rivera.
Según José Miguel Gambra Gutiérrez, el tradicionalismo político se definiría del siguiente modo:
«La doctrina tradicional, fusión de la sabiduría cristiana con una experiencia natural milenaria, trata de dar a cada aspecto de una realidad social enormemente compleja el lugar que le corresponde, de manera que no concibe la sociedad ni como multitud disgregada ni como unidad monolítica; no percibe al hombre como ángel materializado ni como un robot de especial complejidad; no admite despotismo alguno, pero no tolera la anarquía; no reduce la política a la economía, ni prescinde de ella, no confina la religión a la conciencia, pero tampoco concede al sacerdocio poder político directo; y es partidario de la monarquía templada, que no absoluta.»